Pasamos las almejas por debajo del grifo para quitarlas la suciedad que tengan
Ponemos las almejas en agua con hielo y un puñado grande de sal para que se limpien unas dos horas.
Picamos la cebolla y el ajo fino.
Picamos el perejil.
Ponemos un poco de aceite en la cazuela y pochamos la cebolla, cayena y laurel y dejamos que rehogue todo un rato hasta que la cebolla esté transparente.
Añadimos el ajo y estamos muy pendientes para que no se queme.
Añadimos el vino, el zumo de medio limón (que no caigan las pepitas) y un buen puñado de perejil y movemos todo. La salsa con el perejil debe quedar de un tono verdoso.
Subimos le fuego al máximo para que hierva a borbotones y evapore le liquido y quede un poco... luego las almejas soltaran su propio líquido.
Quitamos el agua de las almejas y las añadimos.
Tapamos la cazuela y la agitamos de vez en cuando para ayudar a las almejas a abrirse.
Al abrirse empezaran a soltar liquido.
Cuando están todas abiertas, si la salsa está muy clara añadimos un poco de harina de maíz que habremos diluido previamente en un poco de agua (en un dedo de agua, añadimos dos cucharaditas bien llenas de harina, pretendemos que espese, no aguar la salsa).
Cuando la salsa está cremosa, emplatamos y añadimos le perejil picado que sobra por encima.
Servimos recién salido del fuego y ponemos al lado abundante pan :-). ¡Que aproveche!