Esto no es una guía de turismo al uso, estos dos artículos sobre la Rioja, van de donde comer y donde beber. Para visitar monumentos, iglesias y esas cosas hay un montón de buenas guías y las Oficinas de información turística de todos los lugares.
Todos los restaurantes y bodegas aquí indicados son sitios donde yo he comido, quizás los haya mejores, pero si no he estado personalmente, no los puedo recomendar.
Acabamos de dar un paseo por Logroño y ahora nos toca pasear por el resto de la Rioja
Qué visitar en La Rioja fuera de la Calle Laurel
En Logroño, lo más turístico sigue siendo la famosa Calle Laurel, pero de esa ya hemos hablado. Para quien quiera un plan más tranquilo y algo de historia, vale la pena dar un paseo por el Paseo del Espolón, recorrer con calma la Calle Portales y toda la zona alrededor de la catedral, que además es de entrada gratuita.
El Museo de La Rioja, justo al lado de la Laurel, tiene buena fama y es una visita pendiente para mi próximo viaje.
A unos pocos kilómetros, el embalse del Rasillo, conocido como “la playa de La Rioja”, es un entorno natural precioso. Tiene un paseo plano alrededor del embalse, que puede durar unas dos horas, ideal para desconectar y tomar aire fresco.
Pueblos con encanto de La Rioja
Cellorigo. Lo pongo primero porque es mi pueblo y porque aquí mando yo, que para eso escribo. En Cellorigo no hay mucho que hacer salvo subir hasta la iglesia y desde su muro disfrutar de unas vistas espectaculares. En un día claro, puedes alucinar con la cantidad de pueblos y campos que verás desde allí. Luego bajas a la fuente, te pegas un trago de agua y poco más. O sea, mucho relax.
Sajazarra. Considerado uno de los pueblos más bonitos de España, ofrece un imponente castillo y un casco histórico bien conservado. Ideal para sumergirse en la historia y disfrutar de la tranquilidad rural. Además, tiene un bar con una terraza muy bien montada para tomar unos pinchos o incluso comer.
Haro. La capital indiscutible del vino riojano, repleta de bodegas de renombre y un casco histórico chulo. Cuenta también con una zona de tapas conocida como La Herradura, que es como una versión reducida pero muy apañada de la Calle Laurel.
San Vicente de la Sonsierra. Un pueblo con mucho carácter en La Rioja Alta, junto al río Ebro y rodeado de viñedos, creando un paisaje espectacular, especialmente en otoño. Tiene casi tantas bodegas como habitantes. Lo mejor es disfrutar de algunos de sus miradores con vistas privilegiadas a la Sierra de Cantabria, el Ebro y el “Mar de Viñas” de la Sonsierra.
Briones. Un pueblo bonito, aunque para mí no destaca sobre San Vicente, pero que hay que mencionar porque alberga el Museo del Vino Vivanco. Si el tiempo está lluvioso, es la opción perfecta para entender la historia y la importancia del vino en la región.
Laguardia. Formalmente en Álava, no en La Rioja, pero con vinos que forman parte de La Rioja Alavesa. Por su belleza y proximidad a Logroño, y por la cantidad de espectaculares bodegas cercanas, siempre es lugar de visita obligada.
Otros pueblos interesantes para visitar, aunque sin tradición vinícola clara, son el Monasterio de San Millán, Santo Domingo de la Calzada y Ezcaray, cada uno con su encanto cultural e histórico.
Enoturismo en La Rioja – ayer y hoy
Mi primera visita turística fue hace unos cuarenta años, cuando lo de “enoturismo” ni se usaba. Entonces llamabas por teléfono, decías que te gustaban sus vinos y te recibían con los brazos abiertos, con el enólogo explicando todo y sacándote a probar muchas elaboraciones.
Desde entonces, todo ha cambiado: las bodegas se han industrializado, las salas de barricas parecen museos para la foto de Instagram, y ahora las visitas son con guías multilingües que siguen un guion sin desviarse, terminando en catas con vinos que a veces encuentras hasta en el súper.
Los precios se han disparado: encontrar visita por menos de 30 euros es complicado. Y aunque factorizaras el precio por copa, no es barato. Comprar vino en la bodega tampoco es ganga, y cargarlo en el maletero bajo el sol de verano no parece la mejor idea.
Por primera vez en muchos años no he visitado bodegas durante mis vacaciones. En cambio, dejo para el “wine bars” la zona de Haro, donde los bares de vinos de las bodegas ofrecen copas y aperitivos con precios razonables y posibilidad de probar vinos caros que no comprarías.
He probado los wine bars de Bodegas Muga, Gómez Cruzado y Rioja Alta: todos excelentes, con estilos diferentes. En Roda, en cambio, más que bar, es una barra cómoda para copa rápida, con vinos que valen mucho la pena.
Bodegas clásicas y diferentes
Si buscas la experiencia “bodega-instagram” para la foto, mi favorita es Marqués de Cáceres: clásica, bonita, precios razonables y lo mejor de la casa para catar.
También me gustó López de Haro, con un conjunto bien cuidado y vistas espectaculares desde su terraza.
No puede faltar Vivanco, con su museo y sus instalaciones impresionantes, que muestran el poderío del vino aunque se quejen de no ganar dinero (las ironías del negocio). Su museo es imprescindible.
En Laguardia, recomiendo Eguren Ugarte: sencillo, con visita económica y restaurante tradicional para combinar la experiencia.
Para arquitectura impactante, Márques de Riscal y Ysios son las más llamativas y con vinos reconocidos.
Una visita teatralizada muy diferente la ofrece la bodega El Fabulista, en Laguardia, en un antiguo palacio del escritor de fábulas Samaniego. Aunque sus vinos personalmente no me entusiasman, la visita es divertida y una alternativa a las clásicas bodegas con aburridísimos depósitos de acero inoxidable y camisas de frio.
Pequeños productores y bodegas familiares
Además de las grandes, recomiendo buscar pequeños productores: habla con oficinas de turismo en Haro, San Vicente de la Sonsierra, Briones o pueblos enológicos para que te orienten (si tienen ganas).
Una recomendación personal es Viña Ane, una pequeña bodega con Lorena y Eduardo al frente, que te hacen sentir el vino desde la pasión y el trabajo diario. Lo más parecido que conozco a como era visitar una bodega hace 30 años, una charla entre gente que comparte una pasión.
Vamos a comer: restaurantes tradicionales y menos tradicionales
Tradición Riojana
La Bodega Pimiento, en Tirgo: es uno de esos restaurantes donde la tradición riojana se vive con autenticidad. Situado en un entorno precioso, apuesta por el producto local y de temporada, con platos que respetan la esencia de la cocina de la tierra, sencillos pero llenos de sabor.
El ambiente es cálido, familiar y muy ligado al territorio, con una bodega que honra su denominación. En resumen: una de esas direcciones que parecen guardadas en secreto, ideal para disfrutar Rioja desde la mesa y la copa.
El Asador Jose Mari, en Rivas de Tereso, es de esos lugares donde el campo entra directo al plato: verduras de la huerta, carnes selectas y guisos que saben a tradición riojana con mayúsculas. La cocina es honesta, contundente y al mismo tiempo cuidada, de esas que reconfortan al primer bocado.
El ambiente es familiar, cercano y con una bodega que refuerza el protagonismo de la tierra. En pocas palabras: un asador auténtico donde lo difícil es no acabar rebañando el plato mientras prometes volver.
Casa Toni, en San Vicente de la Sonsierra, es de esos templos gastronómicos donde la tradición manda y se nota en cada plato. Su cocina es pura esencia riojana: guisos de chup-chup, asados de los que perfuman el alma y un respeto absoluto por el producto local.
El ambiente es cercano, sin artificios, y acompañado de una bodega que hace justicia a la tierra que lo rodea. En resumen: comer aquí es como volver a casa de la abuela… pero mucho mejor que en casa de la abuela, por lo menos de la mía!.
Si estás por la zona de Laguardia puedes ir al Jatorena, en el pueblo de Labastida, que aunque está en ubicado en Álava, es súper reputado por su menú riojano de patatas con chorizo y chuletillas al sarmiento.
Cocina con aire menos tradicional
La Vieja Bodega, en Casalarreina, es de esos sitios con encanto que parecen sacados de un cuadro costumbrista pero con la carta mirando al presente. El restaurante ocupa una antigua casona del siglo XVII con bodega incluida, y esa mezcla de tradición y modernidad es también la clave de su cocina: recetas riojanas de toda la vida, cuidadas con mimo y actualizadas lo justo para que sorprendan sin asustar al comensal.
Aquí se viene a comer bien y a dejarse llevar por el ambiente. Desde su famoso bacalao a la riojana hasta los asados de escándalo, pasando por una carta de vinos apabullante. En resumen: un lugar donde lo difícil no es acertar con el plato, sino salir sin prometer que volverás.
El restaurante Héctor Oribe, en Páganos (Álava), al lado de La guardia, es un pequeño tesoro de la Rioja Alavesa donde la tradición se viste con elegancia. Su cocina combina producto local y temporada con un punto creativo que sorprende sin perder sabor ni raíces.
Es uno de esos lugares donde se come con calma y se disfruta de verdad: platos afinados, bodega a la altura y un ambiente que invita a repetir. En definitiva, cocina de nivel sin artificios, perfecta para una escapada de las que se recuerdan con una sonrisa. Uno de mis favoritos aunque en esta ocasión no pude visitarlo por descanso del restaurante.
Txebiko Cachetero es uno de esos restaurantes logroñeses que, más que un local, son parte de la historia de la ciudad. Con más de un siglo de vida, ha visto pasar generaciones de comensales fieles y sigue reinventándose sin perder el sabor de la tradición. Su chef, Félix Jiménez, ha sabido darle a la casa un aire actual pero sin renunciar a la esencia riojana que la hace inconfundible.
Aquí lo que manda es el producto de primera y el respeto por la cocina de siempre, con guiños contemporáneos que hacen que el menú no se quede anclado en el pasado. Desde unas pochas de libro hasta un bacalao digno de aplauso.
La cocina de Ramón. Ubicado en la calle portales de Logroño luce en su fachada un sol Repsol y un bib gourmand de la guía Michelín. Cocina de raíces tradicionales pero modernizada en un restaurante con una decoración mucho más moderna que Txebico.
Dejamos para el final un restaurante galardonado por las guías Michelin y Repsol: Ikaro, en Logroño, es un restaurante. Sus chefs fusionan raíces ecuatorianas, vascas y riojanas en una propuesta creativa que sorprende sin perder equilibrio ni sabor.
El resultado es una experiencia gastronómica distinta, con platos que cuentan historias y una bodega pensada para acompañar cada bocado. En pocas palabras: Ikaro es de esos sitios donde uno entiende por qué comer es un gran placer.
Enlaces de interés:
Asociación de Hosteleros Calle Laurel: https://www.laureroolar.com/
Guía Repsol – Ruta pinchos y tapas Calle Laurel Logroño: https://www.guiarepsol.com/es/comer/de-tapeo/ruta-pinchos-calle-laurel-logrono/
Turismo de Logroño (oficial): https://www.turismologo.com/ (nota: enlace oficial general de Logroño)
Blog gastronómico YendoPorLaVida – Pinchos en Logroño: https://yendoporlavida.com/calle-laurel-logrono-pinchos-calle-san-juan/