Aparte de Donald Trump, quien deja más titulares que el mismísimo Mourinho en sus mejores días, esta semana la prensa ha estado ocupadísima con la polémica de Karla Sofía Gascón. Para quienes, como yo, no suelen leer demasiadas noticias (porque entre tanto drama político y reality show disfrazado de periodismo, ¿para qué?), aquí va un resumen: esta señora, actriz y transexual, figuraba como una de las firmes candidatas a los premios Goya españoles y a los Oscars de Hollywood por su papel en la película Emilia Pérez.
Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo. Voltaire
Pero la gloria es corta en estos tiempos. En cuestión de semanas, Karla pasó de ser alabada como modelo de integración, lucha y superación —según palabras del ministro de Cultura, un “ejemplo de talento y dedicación de las actrices españolas”— a convertirse en una especie de paria cultural. ¿El motivo? Aparecieron unos tuits antiguos en los que parece ser que manifestó opiniones racistas y, entre otras herejías modernas, se mostró contraria a las cuotas para mujeres. Resultado: ha pasado de candidata a premios cinematográficos a no poder asistir ni siquiera a la gala de los Goya. Ni alfombra roja ni canapé.
No digo que esté de acuerdo con sus ideas ( en este artículo quiero defender el derecho a que cada uno se pueda expresar como quiera, no unas ideas o sus contrarias), pero esta persecución y condena por pensar diferente es no solo triste, sino profundamente preocupante. Y ojo, que esto no es un caso aislado; ya llevamos tiempo viendo cómo la sociedad —con la amplificación tóxica de las redes sociales— se convierte en una especie de Inquisición moderna. Aquí van algunos ejemplos para ilustrar el punto:
- Natalie Maines (The Chicks): Criticó públicamente a George W. Bush por la invasión de Irak en 2003. Resultado: boicot masivo a su música y un linchamiento mediático digno del siglo XVII.
- J.K. Rowling: Hizo comentarios sobre cuestiones de género que muchos consideraron transfóbicos. Resultado: cancelaciones por doquier, fans quemando libros (¡qué ironía!) y proyectos relacionados con Harry Potter tambaleándose.
- Eric Clapton: Criticado por sus comentarios antivacunas durante la pandemia de COVID-19. Resultado: perdió parte de su base de fans y fue tachado poco menos que como enemigo público.
- Sinéad O'Connor: En 1992 rompió una foto del Papa en Saturday Night Live como protesta contra los abusos en la Iglesia Católica. Resultado: boicot total a su música y críticas feroces… aunque años después muchos reconocieron que tenía razón.
- O el caso de Woody Allen, que fue acusado por Mia Farrow en 1992 de haber abusado de su hija (de la de los dos) de 7 años. Dos investigaciones independientes indicaron que no había pruebas de que tal delito si hubiera cometido, pero la sociedad le ha declarado culpable.
- U otro actor famoso cuyo caso fue sonado: Kevin Spacey, que se enfrentó tanto a juicios civiles como penales. En 2023, fue absuelto en Londres de nueve cargos de agresión sexual relacionados con cuatro hombres, y previamente había ganado un juicio civil contra Anthony Rapp en Nueva York en 2022. A pesar de estas victorias legales, su carrera sufrió un colapso monumental.
¿Ves el patrón? La sociedad se ha convertido en una máquina trituradora que juzga y condena sin piedad a quienes se apartan del pensamiento generalizado. Y lo peor es que todo esto se pasa por el arco del triunfo algunos principios básicos de nuestras democracias: pensar diferente no es un delito; nadie debería ser culpable hasta que se demuestre lo contrario; y la tolerancia —esa palabra tan bonita— parece haber sido desterrada al baúl de los recuerdos. Todo esto nos conduce irremediablemente al fanatismo más rancio.
Y ya que hablamos de cine, si tienes tiempo, te recomendaría ver o volver a ver Ágora (sí, esa película sobre Hipatia). Es un recordatorio brutal de cómo los fanatismos nos llevan al desastre.
Recursos:
No he encontrado ningún recurso que recopile los tuits polémicos. Lo más aparecido es este reel de Instagram publicado por le periódico el Mundo
Cuenta oficial del periódico El Mundo (España) | Los tuits antiguos de Karla Sofía Gascón que comprometen sus opciones de Oscar Una periodista de EEUU ha destapado antiguos mensajes de la… | Instagram
Leo esta entrada en la víspera de los Óscar cuando Karla Sofía ya ha sido “rehabilitada”, ha sido acogida de nuevo en el redil. La Inquisición no sé acabó hace siglos, sigue presente en nuestros días, y a la hoguera de los medios van los que se atreven a expresarse, ya no digo contrarios a la mayoría, que también, sino con opiniones que puedan molestar a los ofendiditos de turno. Y lo pagan con la expulsion fuera de la tribu, con un tiempo en el purgatorio expiando sus pecados o en los centros de reeducación social. Luego vuelven con la cabeza gacha entonando el mea culpa y los inquisidores se enorgullecen de sí mismos: ” ¿Veis? Teníamos razón. Ha reflexionado y ha visto que estaba equivocada.” No hay nada nuevo.
Y lo peor de todo esto es que hemos llegado a un punto en el que para poder debatir sobre ciertos temas, para expresar y escuchar opiniones contrarias haya que acudir a pequeños reductos de amigos muy muy cercanos de forma casi casi clandestina para poder hablar y ESCUCHAR con libertad. Con lo sano y enriquecedor que es un buen intercambio de ideas.
Tanto que se habla de la necesidad de espíritu crítico en estos tiempos en los que tan difícil resulta no saber qué es verdad y qué es mentira, ¿cómo vamos a fomentar ese espíritu crítico si no nos dejan pensar diferente?
Es un paradigma que en un mundo donde cada vez parecemos ser más libres y donde la libertad de expresión parece un derecho adquirido e indiscutible, se den estos juicios públicos sumarísimos, donde la palabra solo es respetada cuando se comparte.
Muchísimas gracias por tan extenso comentario, seguiremos charlando 😉